Cuando diga que sí, diré que no.






  El aire ha dejado oler a aire.
Huele a… huele como… como a risa descomunal y sueño feliz con una pizca de brisa marina y otras especias, una receta de cocina del universo.  Varía según haga sol o te mueras de frío y se intensifica si le añades algo de Never Shout Never o ves El arte de pasar de todo.
Al olerlo puedo sentir en las venas a esa gente que es tan feliz en este momento, como si pudiera verles.  Es un “algo” que me encanta. Igual que cuando te comes un bizcocho de chocolate y es lo más bueno que has probado en tu vida.
Está cargado de endorfinas y provoca la sensación utópica que todos buscamos y que es lo único por lo que vale la pena hacer todo lo que hacemos, por lo que no nos quedamos parados de pie desde que nacemos, por lo que todo cobra sentido, por lo que tenemos deseos, ideas y proyectos. Una respiración, los primeros pasos y las primeras palabras, las cosquillas, un beso, las ganas de correr repentinas, una locura, un accidente, la muerte… todo.
Por lo único que vivimos eso a lo que llamamos “vida” y por lo que no queremos dejarla pasar tan fácilmente.

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